domingo, 16 de febrero de 2014

Hasta el presente -hoy-, el Estado colombiano a través de los distintos gobiernos ha sido literalmente incapaz de sancionar y ejecutar reformas y políticas educativas que trasformen la calidad de la educación en nuestro país. Las eventuales razones para que ello hay sido así las vamos a obviar, dado el preciso objetivo de éstas notas, además del factor espacio. 

Pero, al tiempo que no dudamos en hacer esta aseveración,  paralelamente reconocemos que en los tiempos que corren, ya se dejan ver convergencias importantes entre diversas vertientes del espectro político nacional,  a propósito de despejar el horizonte del país en este sensible y estratégico asunto.

El estudio más reciente de la Fundación Compartir con sus puntuales propuesta, a las que han precedido pronunciamientos juiciosos desde diferentes miradas por parte de estudiosos y algunos colectivos,  coinciden en superar el discurso grandilocuente de las generalizaciones aunado al tono politicista del mismo, preñado de reproches y condenas.

Documentos y eventos propiciados por diferentes sectores,  prolíficos  en la década del ochenta del siglo pasado, registra la participación activa de disímiles corrientes de pensamientos al interior del magisterio colombiano.  Es uno de los tantos hitos en la cuestión planteada, necesarios a considerar en el rastreo de esta historia para inventariar activos y, superar unilateralismos de distintas marcas.

El reconocimiento del peso específico del recurso humano en el proceso complejo de educar, a través de las instituciones del sector,  por tanto la identificación de su consistencia en materia de formación, vocación, auto-reconocimiento con sentido de profesionalidad,  record de competitividad en el curso del bachillerato, pruebas del Icfes (hoy Saber), pregrados en la carrera docente y post-grados, amén del reconocimiento social por parte del Estado y la sociedad misma,  que involucra su remuneración, es hoy un referente determinante que no está en discusión.

Las facilidades y estímulos para que los mejores opten por estudiar las carreras docente, la actualización y pertinencia de la malla curricular,  importancia de la evaluación tanto en el proceso de formación de los maestros como en el ejercicio del oficio; la lectura y la escritura como prácticas sin las cuales no se puede concebir al profesional de la educación, sujeto de la docencia, junto a la inversión sostenible para que los espacios escolares den el tránsito de la mendicidad a templos de la labor de enseñar para desatar la revolución del talento humano: la creatividad, potenciación de la imaginación, rigor científico tanto en lo conceptual como en el abordaje de la investigación, ligado a la formación del espíritu crítico,  constituyen condición y escenarios para que la susodicha calidad tome cuerpo en el evento mismo de la clase como acontecimiento de saber, al que ha de ser inherente la dimensión ética del ciudadano y del profesional.

Tales realizaciones trasformadoras, que presuponen una re-invención en materia presupuestal como en el orden mental de gobernantes y administradores a todos los niveles del sector, llevan consigo, como respaldo, unos criterios detrás, unos pilares o columnas, entre los que destaco:

1. Cero tolerancia con la “cultura” del atajo
2. Clima y régimen en el que prevalezca la pedagogía del ejemplo.
3. Asunción de lo público como “cosa sagrada”,  esfera del bien común del que todos los ciudadanos somos celosos socios.
4. Reconocimiento de la meritocracia como habitualidad institucional, referente de competitividad.
5. Deslegitimación garantizada de la violencia y los prejuicios discriminatorios.
6. Estética, racionalidad y razonabilidad como ejes de la institucionalidad escolar. 
7. Incompatibilidad de las autoridades (directivos-docentes) escolares con actividades de lucro personal (sea cual sea el producto o actividad) al interior del espacio institucional y menos utilizar el nombre de la institución para tal fin. Extensivo a los docentes
8. Investigación científica, debate académico, lectura y escritura como prácticas intelectuales cotidianas inmanentes al ser de la formación escolar.



Santiago de Tolú, febrero 13 – 2014


Ramiro del Cristo Medina Pérez.